"Cuando salía del templo, uno de sus discípulos le dijo: Maestro, ¡mira qué piedras y qué edificios! Y Jesús le dijo: ¿Ves estos grandes edificios? No quedará piedra sobre piedra que no sea derribada" (Marcos 13:1-2 BA)

El problema del mal - Alan D. Strange

Cuando descontentos con el servicio o la mercancía que hemos recibido, muchos de nosotros hablamos con la “persona encargada’. Cuando hablamos de la “soberanía” de Dios, queremos decir que él está a cargo de todo.

Antes de que él creara los mundos, él decretó todo lo que llegaría a pasar (Prov. 16:33; Hech. 15:18; Ef. 1:11). El trajo todo lo que existe a la existencia por la Palabra de su poder y declaró que todo “era muy bueno” (Gen 1; Hech. 17:24; Col. 1:16; Heb. 11:3). Y nuestro Dios trino “sostiene, dirige, dispone y gobierna todas las criaturas, acciones, y cosas, desde la más grande hasta la más pequeña” (Sal. 135:6; Dan. 4:34-35; Heb. 1:3).

Pero un reconocimiento de la soberanía absoluta de Dios evidentemente nos compele a concluir que Dios es responsable de todo en este universo. Armados con tal conocimiento, bien puede que nos sintamos justificados de tomar por asalto al cielo, demandando ver al “gerente” y culparlo por el mal que hay en el mundo.

¿El Autor del Pecado?

Sin embargo, la simple verdad es que Dios no es el autor del pecado. El primer capítulo de Santiago nos dice que a nadie se le permite culpar a Dios por la tentación, “porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie” (v. 13). De hecho, Dios es el dador de “toda buena dádiva y todo don perfecto” (v. 17). El no es capaz de pecar o de ser el autor del pecado, porque “Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él” (1 Juan 1:5). Claramente, enfrentamos varias verdades bíblicas que parecen estar en conflicto: Dios hizo todas las cosas, y las hizo buenas–con todo, el mal existe, y Dios no es el autor del mal.

El hombre natural e incrédulo no reconocerá la soberanía de un buen Dios, y al mismo tiempo, reconocerá que el mal existe. Dado el mal manifiesto en el mundo, muchos incrédulos concluyen ya sea o que Dios tiene que ser el autor del pecado (y de esta manera, el mal mismo) o que tiene que ser impotente para detener el mal (y de esta manera, él no está últimamente a cargo de este mundo).

Uno de los personajes en la obra de Archibald MacLeish J.B. (basada ligeramente en el libro de Job) lo pone de esta manera: “Si Dios es Dios, Él no es bueno; Si Dios es bueno, Él no es Dios.” Lo que esta declaración significa es claro: Ante el mal, Dios tiene que ceder ya sea su soberanía o su bondad.

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