"Cuando salía del templo, uno de sus discípulos le dijo: Maestro, ¡mira qué piedras y qué edificios! Y Jesús le dijo: ¿Ves estos grandes edificios? No quedará piedra sobre piedra que no sea derribada" (Marcos 13:1-2 BA)

1 Timoteo 2: 3-4

El día de ayer un lector escribió un comentario recordándome que me había pedido que analizara el pasaje de 1 Timoteo 2: 3-4, pues como dijo él, “muchos usan ese pasaje para enseñar sobre la expiación universal.” Y es cierto! Muchos arminianos -y hay muchos en las iglesias evangélicas latinoamericanas, aunque no lo sepan- utilizan este pasaje para defender la idea de que Cristo murió por todos los hombres.

Pero, por supuesto, esto deja claro una vez más la locura de esta filosofía. El arminianismo está plagado de contradicciones-por lo menos el arminianismo moderno. Y lo peor del caso es que muchas de estas personas ni siquiera se han puesto a pensar en las cosas que creen y dicen. ¿A qué me refiero? Leamos primero lo que dice Pablo en este pasaje y analicemos estas contradicciones arminianas de las que hablo...

Uno de los argumentos arminianos en contra de la doctrina reformada es que nosotros enseñamos a un Dios injusto. Es decir, cuando decimos que el hombre no tiene la libertad de hacer el bien, ni siquiera para escoger creer en Cristo, y que Dios no tiene la intención de salvar a todos los hombres, sino que ha destinado tan sólo a un grupo de hombres para que tengan vida eterna, hacemos pasar a Dios por injusto. Su argumento es que Dios es justo-y tienen toda la razón, -pero dicen que debido a ese carácter de Dios, Él debe darle la oportunidad a todos los hombres de ser salvos.

Su error está en que asumen que el hombre tiene la capacidad moral de hacer el bien o el mal indistintamente. El hombre, dicen ellos, tiene en sí mismo la libertad y capacidad para decidir amar a Dios o rechazarle. Es la decisión del hombre la regla máxima que decide lo que ocurre en el universo de Dios.

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