"Cuando salía del templo, uno de sus discípulos le dijo: Maestro, ¡mira qué piedras y qué edificios! Y Jesús le dijo: ¿Ves estos grandes edificios? No quedará piedra sobre piedra que no sea derribada" (Marcos 13:1-2 BA)

¿Existe Dios?

Comparto algunos apartes de la introducción del libro de Hans Kung:

¿Existe Dios? Y por extensión: ¿Quién es Dios?... ¿Sí a Dios? Hace tiempo que para muchos cristianos ya no es evidente. ¿No a Dios? Para muchos no creyentes tampoco lo es.  ¿Sí o no? Muchos, entre creer y no creer, están perplejos, indecisos, escépticos. Dudan de su fe, pero también dudan de su duda. Otros muchos están orgullosos de sus propias dudas. Pero el anhelo de certeza permanece. ¿Certeza? Sean católicos, protestantes u ortodoxos, sean cristianos o judíos, creyentes o ateos, la discusión recorre a lo largo y a lo ancho las viejas confesiones como las nuevas ideologías. Verdaderos motivos hay para preguntarse:
¿No está el cristianismo en las últimas?
¿No se ha terminado la fe en Dios?
¿Tiene aún futuro la religión?
¿No hay moral también sin religión?
¿No basta la ciencia?
¿No se ha generado la religión de la magia?
¿No vuelve a desvanecerse con el proceso de la evolución?
¿No es Dios originariamente proyección del hombre (Feuerbach), opio del pueblo (Marx), resentimiento de frustrados (Nietzsche), ilusión de infantiloides (Freud)?
¿No está el ateísmo comprobado y no es el nihilismo irrefutable?
¿No han renunciado incluso los teólogos a las pruebas de la existencia de Dios?
¿O acaso se debe creer sin razones?
¿Creer sencillamente?
¿No se puede dudar de todo, excepto tal vez de la matemática y de aquello que se puede
observar, sopesar y medir?
¿No habrá de ser la certeza matemática el ideal, o es que no hay base alguna de certeza?

Y aun cuando Dios existiera: 

¿Sería personal o impersonal?
¿No resultaría ingenuidad lo primero y abstracción lo segundo?
¿O tal vez habría que preferir la sabiduría del Oriente?
¿El callar del budismo ante el absoluto sin nombre?
¿No son todas las religiones en definitiva iguales?
¿No sería intelectualmente más honesto el Dios de los filósofos?
¿Por qué ha de ser mejor el Dios de la Biblia?
¿Dios creador del mundo y consumador universal?
¿Qué podemos saber del principio y del fin?
¿Y, encima, el Dios cristiano: Padre, Hijo y Espíritu Santo?
¿Hay que creer todo eso?
¿Por qué, pues, creer en Dios?
¿Por qué no sencillamente en los hombres, en la sociedad, en el mundo?
¿Por qué creer en Dios y no en los valores humanos sin más: la libertad, la fraternidad, el amor?
¿Por qué también, además de confianza en sí mismo, confianza en Dios; además de trabajo, oración; además de política, religión; además de la razón, la Biblia; además del más acá, el más allá?
¿Qué significa en absoluto la fe en Dios? 
¿qué puede significar la fe en Dios hoy?

No tratemos de engañarnos: Hoy más que nunca el ateísmo pide a la fe en Dios una explicación. Cada vez más confinada a la defensiva en el curso de la Edad Moderna, esta fe se ha vuelto hoy muda, en pocos al principio, pero el número no deja de crecer. El ateísmo de masas es un fenómeno de tiempos recientes, un fenómeno de nuestro tiempo. Las preguntas son insoslayables: ¿Cómo se ha podido llegar tan lejos? ¿Cuáles son las causas? ¿Dónde estalló la crisis?

En esta problemática, tan ardua como fascinante, entran en juego lo mismo la Revolución francesa que la teoría de la relatividad, las ciencias naturales que la política, la teoría de la ciencia que el psicoanálisis, la historia de las religiones que la crítica de la religión: ¿hay realmente algo que quede fuera de juego? Pero, ¿cómo dar a todo respuesta a un tiempo, siendo tan inabarcable el material que ha acumulado el caudal de la Edad Moderna? ¿Son tantos los interrogantes y problemas que para obtener respuesta convincente deberían ser resueltos simultáneamente?

Aquí puede estar la razón de la amplitud de este libro.

Para fundamentar nuestra respuesta hemos tenido que remontarnos al comienzo de la Edad Moderna. Pero no para escribir una historia de la filosofía, en la que no hay más que filósofos que engendran filósofos e ideas que alumbran ideas. No vamos a dar noticia de una historia de las ideas, sino de hombres concretos de carne y hueso, con sus dudas, luchas y sufrimientos, su fe y su increencia, con todos esos interrogantes que todavía hoy nos conmueven a nosotros. Es admirable: nadie desde Descartes, Pascal y Spinoza, pasando por Kant y Hegel, hasta el Vaticano I y Karl Barth, hasta William James, Teilhard de Chardin, Whitehead, Heidegger y Bloch, ha dejado de luchar todas las batallas con el problema de Dios. En esta historia entran en juego Agustín y Tomás de Aquino lo mismo que los Reformadores, el jansenismo y la Ilustración, como también Comte y Schopenhauer, Darwin y Strauss, el positivismo y el existencialismo y, en fin, la filosofía del lenguaje de Carnap y Wittgenstein, la teoría crítica de losfrancfortianos Adorno y Horkheimer y el racionalismo crítico de Popper y Albert.

Si volvemos a recorrer el camino de la historia, no es para alinear hechos, celebrar a los grandes espíritus, ampliar relatos; en una palabra: no es por el pasado como tal. Sino para ganar distancia a la par que cercanía, nueva cercanía, respecto al presente. Vamos a contar cosas del pasado para comprender mejor nuestro presente, para comprendernos mejor a nosotros mismos en todas nuestras dimensiones: razón y corazón, consciencia y subconsciencia, historia y sociedad, ciencia y cultura.

¿Existe Dios? En esto vamos a jugar con las cartas boca arriba. La respuesta será: Sí, Dios existe. Como hombre del siglo xx, incluso, uno puede razonablemente creer en Dios, y hasta en el Dios cristiano. Y tal vez hoy más fácilmente que hace un par de decenios, o puede que siglos. Pues después de tantas crisis, por asombroso que parezca, se han aclarado muchas cosas, y muchas dificultades contra la fe en Dios han sido eliminadas, aun cuando algunos no tengan aún conciencia de ello: Hoy ya no es menester estar en contra de Dios por el mero hecho de estar a favor del geocentrismo y la evolución, la democracia y la ciencia, el liberalismo o el socialismo. No; hoy, al contrario, es posible estar a favor de la verdadera libertad, igualdad y fraternidad, a favor de la humanidad, liberalidad y justicia social, a favor de la democracia humana y del progreso científico controlado, precisamente porque se cree en Dios. Hace algún tiempo un premio Nobel inglés debió responder a la pregunta de si creía en Dios: «Of course not, I am a scientist!». El presente libro está llevado por la esperanza de que está apuntando un nuevo tiempo en que la respuesta habrá de ser la contraria: «Of course, I am á scientist!» (naturalmente, soy un científico).

Kung Hans - ¿Existe Dios? - Cristiandad - 1979

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